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máquina-liquen

ecosistemas arquitectónicos

Dice la RAE que una máquina es un «agregado de diversas partes ordenadas entre sí y dirigidas a la formación de un todo». Entre otras definiciones, también dice que es una «traza o proyecto de pura imaginación» o un «edificio grande y suntuoso» y que un liquen es el «organismo resultante de la simbiosis de hongos con algas, que se extiende sobre las rocas y las cortezas de los árboles». Con lo cual, un liquen es por definición una máquina, un sistema que no necesita del ingenio humano para maridar sus partes y transformarse en energía pura. Así, la vida del liquen gira en torno a los dictados de la naturaleza, revive bajo las lluvias y se petrifica al calor del sol. Por su lado, una máquina también es un sistema, un conjunto ordenado de normas, procedimientos y/o materiales que regulan el funcionamiento de un grupo o comunidad.

Por tanto, ambos (máquina y liquen) son el resultado de la asociación íntima de elementos u organismos que se benefician mutuamente en su desarrollo vital, formando uno con el otro un sistema de reglas, principios y medidas para que las partes tengan buena relación entre sí. Juntos para alcanzar una meta.

Es aquí donde nacen las arquitecturas híbridas de máquina–liquen, entendiendo híbrido como el «producto de elementos de distinta naturaleza». Idea, diseño, técnica y materia se hibridan con el entorno creando ecosistemas arquitectónicos en los que se desarrolla la vida humana, su acción y sus obras. Llegados a este punto de no retorno, da igual que lo llamemos ecosistema arquitectónico o arquisistema ecológico (parece ser que «arquisistema» como palabra aún no existe) puesto que es aquí donde máquina–liquen desarrolla su investigación y su ideario, en el punto de unión y equilibrio entre la naturaleza y la huella humana, la pasada, la presente y ante todo la futura; siendo equidistante entre aquello que ha sido diseñado al arrullo de la naturaleza y lo construido por la mente y las manos del hombre; lo natural y lo artificial.

Las bases del proyecto arquitectónico de máquina–liquen son el humanismo, la modernidad, el respeto hacia el entorno y la coherencia entre el espacio y su función. Máquina–liquen es un organismo que habita la tierra y que convive con ella. Tanto la huella natural como la histórica son cruciales en cada proyecto, las nuevas formas de habitar deben sustentarse en la raíz del lugar y estar abiertas a la mutación de los espacios y a su adecuación a las diferentes necesidades cotidianas. Un árbol centenario, los muros abandonados de nuestros antepasados, una gran roca poblada de líquenes, un terrazo impregnado de nostalgia… son solo algunos de los elementos en los que merece la pena detenerse para hacerlos partícipes del proceso,  del proyecto y construir con un pie en el pasado y el impulso puesto en el advenimiento de futuras realidades. En máquina-liquen amamos el proceso y entendemos la arquitectura como una máquina, un espacio productivo y un generador de sinergias entre espacio, ocupantes y herramientas.

Tras el pseudónimo máquina–liquen se encuentra el arquitecto y aparejador Jesús Ágreda Ruano, especializado en proyectos arquitectónicos e historia de la arquitectura. Titulado por la Universidad Pontificia de Salamanca, comenzó su carrera profesional como promotor de proyectos en el Medialab Prado de Madrid y ha trabajado en Madrid en el estudio de Arturo Franco. Actualmente combina su proyecto personal máquina–liquen con su trabajo en la promotora y estudio de arquitectura Ábaton. Alrededor de esta figura fundacional, un grupo multifuncional de profesionales aporta a cada proyecto diferentes ángulos de visión, abarcando el control de las diferentes fases de desarrollo de un espacio habitable, desde su origen como idea y deseo hasta su construcción material.

Máquina–liquen cree en un mundo más sostenible y más natural, y en las nuevas maneras de habitar los espacios y el planeta, con respeto y amor hacia la biodiversidad.