En Rector Lucena, el encargo era dividir en partes iguales un piso de 80 m2 para convertirlo en dos apartamentos. Cada uno de ellos cuenta con habitación individualizada y todas las instalaciones necesarias para el desarrollo de la vida diaria concentrados en un espacio más pequeño.
El primer reto era conservar las vistas a la calle en ambas viviendas y centralizar los espacios más desfavorables de la casa, como son los inodoros, y apartarlos de los focos de luz natural; reservando esta para otros espacios en los que se disfruta más de ella y se hace más necesaria, como son el salón-cocina y las habitaciones tipo suite que, como en los hoteles, integran la ducha dentro del espacio de dormitorio y cuentan con un gran espacio de almacenaje.
Poniendo el foco en la sencillez y la economía de recursos, el resultado final concede un aspecto rejuvenecido y moderno a los espacios, pero conservando parte de la historia del lugar y algunos elementos previos en combinación con los nuevos materiales. Este es el caso de los rodapiés de terrazo que, combinados con el suelo de pavimentos continuos de cemento gris, da una gran armonía al espacio y una agradable sensación de limpieza, sencillez y continuidad. En esta línea, el yeso de las paredes se conservó en su estado crudo, con la textura rugosa, dándole expresividad a las paredes. También se han desnudado de recubrimiento los pilares de hormigón, ganándole espacio a la vivienda y añadiendo un toque espontáneo al conjunto.
Algunos elementos casuales y bajo decisiones tomadas a pie de obra, dan a las dos viviendas un carácter genuino y de gran originalidad. Parte de los azulejos que conformaban el alicatado de la antigua cocina son ahora un original mosaico decorativo con aire grafitero de gran personalidad y protagonismo en el salón de uno de los apartamentos. El resto de azulejos, lejos de ser desechados, se recuperó para confeccionar, a modo de alfombra, el solado de ambas cocinas.
