Entre robles es el primer prototipo de máquina-liquen para construir una vivienda de pequeñas dimensiones, sostenible y de calidad, minimizando su coste y su huella ambiental y paisajística al preservar el entorno y su vegetación. La casa está construida enteramente en madera con entramado ligero o timber frame simulando la arquitectura tradicional de «tramones» de la sierra de Francia, elevada sobre el terreno e inmersa en el pequeño bosque de robles que puebla la parcela. Quedando reservado el lugar más llano y despejado del solar como jardín y recreo.
La vivienda tiene tan sólo 50m² de planta y cuenta con dos alturas; en la segunda de ellas se aprovecha el espacio bajo la cubierta inclinada para instalar los dormitorios, a los que se accede por escaleras metálicas ancladas en las paredes. El edificio al completo se posa sobre una plataforma metálica sustentada por pilotis anclados a los bolos graníticos que afloran en la pendiente del terreno y que han permitido abaratar la inversión y respetar el entorno, al no ser necesaria la tala de árboles, el movimiento de tierras y la utilización de hormigón en los cimientos. La propia naturaleza se convierte en sustento de la casa, mejorando considerablemente las vistas desde dentro.
Si en el interior toda la madera y sus veteados quedan a la vista, el revestimiento externo está formado por una cubierta continua aislante e impermeable hecha con morteros que aumentan la eficiencia energética y reducen al mínimo las emisiones de dióxido de carbono. Visualmente el exterior presenta un cuerpo de volúmenes sencillos y aspecto austero, cerrado por una cubierta con pendiente hacia la fachada principal, en su lado sur, que modula la radiación solar invierno-verano gracias a los grandes vuelos de los aleros. La elección de este cerramiento armoniza con el entorno y convierte a la vegetación en fachada, donde formas y texturas naturales proyectan sombras móviles sobre los lienzos del edificio; la masa vegetal envuelve y camufla su presencia, con un mínimo impacto visual y protegiendo la casa del viento, la lluvia y las miradas ajenas.
El acceso principal al hogar se produce a través de una rampa de madera que desemboca en el porche; una plataforma de unos 20 m² de superficie que vuela sobre el suelo y queda techada con la prolongación de la cubierta, creando un ámbito de transición entre el interior y el exterior. Al salón se accede al cruzar el gran ventanal de vidrio que separa los dos espacios y que, al abrirse completamente, prolonga al aire libre el área de la sala. Bosque y montañas se trasformen en cuadros vivientes más allá de los grandes ventanales, fomentando en los ocupantes de la vivienda una fuerte interconexión con el entorno natural, el paso de las estaciones y los agentes externos.
La planta baja alberga los espacios comunes: el aseo, con vistas a la peña de Francia desde la ducha y salida al exterior; un pequeño estudio o habitación de invitados; y el salón y la cocina, que fluyen apenas compartimentados, solo delimitados por sus distintos solados y alturas y el pequeño giro en planta del volumen de la cocina. Esta tiene acceso directo desde el exterior a través de una pequeña escalera metálica incrustada en la roca.
En los altillos que flanquean la parte alta del salón, las habitaciones asemejan ser tiendas de campaña que abren sus ventanas al nivel inferior, simulando ser un patio vecinal desde abajo. Las buhardillas también disponen de claraboyas que posibilitan asomarse a respirar el aire puro e, incluso, salir a la cubierta y disfrutar del paisaje y los cielos estrellados entre los árboles.